Sábado 03 de junio: 23:30 h. Performance “Apóstalas“ Verónica Ruth Frías. Fábrica de Armas.

La Última Cena, ideada por Leonardo da Vinci para la Capilla de Santa María delle Grazie, en Milán, a finales del S. XV, sirve como referente para esta performance, ya que simboliza la fractura con las representaciones clásicas de los pasajes bíblicos hasta ese momento.

Verónica Ruth Frías toma prestada la escenografía del famoso fresco, si bien sustituyendo las figuras masculinas por femeninas; ahora sólo hay ¨apóstolas¨, mujeres de las diferentes manifestaciones artísticas y culturales de la ciudad, en este caso de la ciudad de Madrid, algunas de ellas también madres, lo que supone otro punto de inflexión en una iconografía que ha experimentado pocas variaciones sobre la canónica, pese a ser muy frecuentada por los artistas que sucedieron al genio toscano. No en vano, a él le corresponde el honor de ser el primero en abordar el concepto del arte como obra mental, intelectual, lejos de la dimensión mecánica que se le otorgaba en el Tratado de Cennino Cennini, más acorde al estatus de artesano que tenían tanto pintores como escultores. En esta obra se reflexiona sobre la situación de la mujer en el mundo actual, empoderándola, al tiempo que ofrece una versión de la obra de Leonardo más cotidiana y próxima. Y no sólo de su obra como artista y creador de todo tipo de artefactos y máquinas, sino también como activista en la reivindicación de los derechos de sus colegas artistas, el primero de los cuales era ser considerados como tales, apelando a la naturaleza intelectual de su profesión, muy por encima de la intervención
manual requerida en el proceso. La obra de Verónica enfatiza en el inaplazable reconocimiento del trabajo de las artistas mujeres y del lugar que les corresponde junto a sus colegas varones. Ya en la década de los setenta del siglo pasado se clamaba por la eliminación del “techo de cristal” y la necesaria reescritura de la historia del arte, muy especialmente de los últimos doscientos años. Aunque algo se avanzó, no es suficiente la mayor visibilidad permitida, y el empleo de esta palabra es bien expresivo de la actual situación.

Pero hay más lecturas, ya que las participantes proceden de diferentes ámbitos del mundo laboral/cultural -lo que podría considerarse una suerte de apostolado, en virtud de su componente de vocación y entrega a cambio de casi nada-, donde las circunstancias no son muy distintas, muchas de ellas ejerciendo también las respectivas profesiones en una situación de difíciles conciliaciones con sus responsabilidades en el entorno doméstico, como madres, esposas e hijas. Hay un matiz, aún más importante y desolador: el de la violencia de género-física y psicológica- ejercida contra las mujeres en todos los ámbitos donde está presente, y también contra sus hijos en el familiar. Frente a este drama, urge clamar día tras día sin desmayo. La Última Cena es narrada en el Nuevo Testamento como el episodio en el que Cristo se reunió con sus amigos antes de entregarse al sacrificio. El color rojo en los vestidos de las performers nos evoca la violencia y la sangre derramada por miles de mujeres, muy a menudo en presencia de los hijos.

La performance comienza con una escena estática, que mimetiza las poses
de la obra de Leonardo y donde todas las performers permanecen inmóviles,
impasibles y expectantes. Esta quietud reflexiva da paso, en un momento dado,
al movimiento y desorden provocado por la entrada de las hijas de aquellas
participantes que son madres, rompiendo el silencio y la paz que reinaba hasta
ese momento.